Fue convocado por Pablo III y estableció:
· Una jerarquía efectiva de supervisión para garantizar que el clero y los laicos observaran las nuevas normas de disciplina y ortodoxia que se esperaba de ellos.
· El fortalecimiento de la figura del Papa.
· La revitalización de la meditación y la oración, así como el control de las pasiones de los individuos.
· El examen cotidiano de la conciencia y la confesión.
· La celebración de fiestas anuales en honor de los santos y las advocaciones a la Virgen María.
· El impulso a la formación de más cofradías y hermandades donde se organizarían cajas de ahorro para ayudar a las viudas, los huérfanos, los ancianos y los enfermos, y para pagar los gastos funerarios.
· El castigo a los miembros de la Iglesia que abusaran de los bienes económicos de los fieles.
· Estas medidas, junto con la Inquisición y las guerras de religión, pretendían detener el avance del Protestantismo e infundir un nuevo entusiasmo y confianza a los católicos.
Hacia 1650, más de dos tercios de Europa prestaba de nuevo obediencia a la Iglesia de Roma: la Reforma protestante, en conjunto, sólo conservó su influencia en el norte.
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